El hombre unidimensional es un análisis de las sociedades occidentales que, bajo un disfraz seudodemocrático, esconden una estructura totalitaria basada en la explotación del hombre por el hombre. La obra se basa en dos hipótesis aparentemente contradictorias. De un lado, Marcuse afirma que la sociedad industrial avanzada es capaz de reprimir todo cambio cualitativo. Por otro lado, parece prevalecer la hipótesis que quiere que en esta sociedad existan fuerzas capaces de poner fin a la represión y de hacer explotar las mortales contradicciones que laten en su seno.
«Las capacidades (intelectuales y materiales) de la sociedad contemporánea son inmensamente mayores que nunca; lo que significa que la amplitud de la dominación de la sociedad sobre el individuo es inmensamente mayor que nunca. Nuestra sociedad se caracteriza antes por la conquista de las fuerzas sociales centrífugas por la tecnología que por el terror, sobre la doble base de una abrumadora eficacia y un nivel de vida cada vez más alto.»
Para Marcuse, tanto los medios de comunicación como las industrias culturales socializan los valores del sistema dominante y ahogan el pensamiento crítico, creando un escenario cultural unidimensional, que propicia un pensamiento único y condiciona la conducta del individuo en la sociedad, bajo la apariencia de una conciencia feliz inmune a su falsedad o «FALSA CONCIENCIA» (equivalente a la «UTOPÍA» o falsa igualdad social en Democracia, de que habla Aldous Huxley en UN MUNDO FELIZ). De gran influencia en el momento de su publicación, El hombre unidimensional deviene hoy día una obra imprescindible para arrojar luz sobre la actual sociedad de la información.
«La aportación fundamental de Marcuse reside en el enfoque filosófico-social de esa dualidad característica de las sociedades industriales avanzadas, capaces de crear las condiciones para una nueva civilización en la cual el hombre se encuentra liberado de las limitaciones que le redujeron a sobrevivir en la penuria desde los inicios de su existencia sobre el planeta, y al mismo tiempo se encuentra cercado por una red de instrumentos de control y de represión forjados para garantizar la persistencia de un sistema de dominación.»
De las democracias Estatales se pasa a — «Seudo democracias aparejadas a los modelos neoliberales o de la sociedad industrial avanzada, que conservan totalitarismos ideológicos a nivel social, cercados por una red de instrumentos de control y represión, forjados para garantizar la persistencia de un sistema de dominación». Hebert Marcuse.—–
ADMINISTRACIÓN TOTAL DEL LENGUAJE.
«Administración total del lenguaje», ésto es, dejar la inteligencia y erudición del sistema productivo en manos de los dueños del capital y sus clases acomodadas en la hegemonía. Dejando al resto del pueblo en una cultura de masas, «Cultura falsa o Barbarie» en términos de Adorno. Una educación adaptada al modelo económico capitalista neoliberal o «Cultura verdadera», que es la «Cultura de trabajo en redes sociales» dónde se educan las comunidades ideológicas identitarias cohesionadas de clases sociales, comuniones espirituales o membresías sociales del Colonialismo Patriarcal Global Blanco de las Corporaciones Transnacionales o GLOBALIZACIÓN, la que es pagada y tremendamente costosa, con colegiaturas que van désde dos ingresos mínimos mensuales hacia arriba y el pago de incorporación a la comunidad escolar de clase o cuota de incorporación en UFF. A contrario sensu, la Educación Pública que otorgan los Estados mínimos, proporciona una educación desadaptada del modelo económico capitalista neoliberal, de corte Fordista, individualista, sin cohesión social alguna, sin conciencia de clases, sin representaciones políticas verdaderas, que promueve la desconexión psicológica del tejido social, desfragmentacion social, alienación psicológica identitaria y social, enajenación popular y es inepta para ingresar a los cargos públicos y privados de élite.
EL LENGUAJE UNIDIMENSIONAL.
«Este tipo de bienestar, el de la superestructura productiva que descansa sobre la base desgraciada de la sociedad, impregna a los «mass-media» que constituyen la mediación entre los amos y sus servidores. Sus agentes de publicidad configuran el mundo de la comunicación en el que la conducta «unidimensional» se expresa. El lenguaje creado por ellos aboga por la identificación y la unificación, por la promoción sistemática del pensamiento y la acción positiva, por el ataque concertado contra las tradicionales nociones trascendentes.
[…] Los conceptos de autonomía, descubrimiento, demostración y crítica dan paso a los de designación, aserción e imitación. Elementos mágicos, autoritarios y rituales cubren el idioma. El lenguaje es despojado de las mediaciones que forman las etapas del proceso de conocimiento y de evaluación cognoscitiva. Los conceptos que encierran los hechos y por tanto los trascienden están perdiendo su auténtica representación lingüística.”
CAPÍTULO CUARTO:
“El lenguaje de la administración total”. Traducción de Antonio Elorza para la editorial Seix Barral.
Ya en 1964, el filósofo alemán Herbert Marcuse denunció como la posibilidad de generar industrialmente eslóganes hipnóticos sobre la población, permitía manipular el lenguaje, los conceptos y, por tanto, buena parte de las conductas y pensamientos de la sociedad. En el fragmento que inicia este apunte, el autor germano denuncia como los mensajes de los “mass-media” potencian una conducta unidimensional en la inmensa mayoría de la sociedad. Los anuncios, la información de los telediarios, las series nacionales y extranjeras… nos inculcan ciertos valores, deseos, aspiraciones e impide que podamos soñar esa otra vida que podríamos vivir si no fuera tan importante comprarse algún artefacto inútil, las vicisitudes sexuales de los famosos o quién ganará el próximo partido del siglo. Los media invaden nuestro espacio mental anulando, con sus promesas de más y más felicidad, otro pensamiento que no sea el repetido por los amos de la sociedad.
Denunciaba también Marcuse cómo los conceptos pierden sus representaciones lingüísticas. Efectivamente, para los medios de propaganda, ser libre es poder contratar más canales de televisión; conducir un coche más veloz; o poder comprarse una crema para parecer joven. La sociedad unidimensional se caracteriza por su afán de concretar lo real, hacer del hecho la verdad. El lenguaje se torna en un recurso totalitario que representa ante nosotros mentiras evidentes pero inculcadas como válidas desde nuestra niñez.
Ejemplo de este uso del lenguaje y la normalización de la mentira, es una de las últimas campañas de publicidad del sorteo Euromillones. El eslogan escogido no puede ser más claro: “La libertad es el premio”. Es falso, evidentemente, que la libertad te la conceda un papel con números impresos; nunca ha sido así. Todos entendemos lo que quieren decir los publicistas tras ver el anuncio: la libertad se consigue teniendo dinero para sustraerse de las obligaciones laborales; un trabajador honrado no puede obtener tal cantidad de dinero trabajando; por tanto, jugar a juegos de azar es la opción más factible para alcanzar la libertad. No obstante, descubrimos el engaño cuando comprendemos que “libertad” es mucho más que no trabajar o poder comprarse un yate. ¿Ganar un premio en la lotería me va a liberar de la crisis económica o de los parásitos que la generaron? Es obvio que no, pero el concepto de libertad política aparece en el imaginario del hombre unidimensional como algo irreconocible y romántico, ya que ha sido inducido por la propaganda a creer que la palabra “libertad” hace referencia a la satisfacción de un capricho o lujo superfluo y no puede entender esa palabra fuera de ese contexto de referencia. Así, con el vaciamiento del sentido transcendente de los valores, el control del pensamiento se hace total. La diferencia se reproduce al margen y es neutralizada por el ruido de la información generada industrialmente.
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